EL CONDE DON OSORIO, ABUELO DE LOS MACHADO Y SU LLEGADA A PORTUGAL

 


El contenido de esta página se ha apoyado en el trabajo de Inés Calderón Medina.

Vamos a analizar un estudio que describe de forma concisa pero completa, el ambiente que se respiraba en Galicia y en Portugal, en el momento en que hunde sus raíces en el país lusitano, el Conde don Osorio, abuelo de los Machado.

El Marqués de Montebelo defiende que el Conde don Osorio desciende de Rodrigo Velloso, porque era Señor de Cabrera y Ribera.

Uno de los puntos más importantes de este trabajo de Inés Calderón Medina, modificado por el autor de este blog, para nuestro interés, es el hecho de que existen textos en latín que hablan de Villosus, lo que confirma que ese era su apellido. Y que eran quiénes se dice que eran y no otros. Comes Rodericus Petris Villosus es el Conde Rodrigo Pérez Velloso.

Este Rodrigo Pérez Velloso vino a Portugal acompañado de su familia y vasallos. Su condado abarcaba la tierra de Limia.

El Conde don Osorio se presentaba como Señor de Cabrera y Ribera. Solo voy a decir aquí que este Señorío creo que no tuvo coincidencia con otro mucho más extenso. En la tierra de Limia se encontraba Cabrera y, también, Ribera. Por tanto, es muy razonable pensar que abarcaba este territorio, que comprende el descrito por el Marqués de Montebelo en sus Notas al Nobiliario del Conde don Pedro y que ocupa el sur de la provincia de Orense.

En este mapa vemos el espacio territorial que hoy se llama Limia. Las señales en color amarillo muestran parte de las propiedades de los Machado en esa parte de Portugal, limítrofe con el Condado de los Velloso.

CUESTIONES PRELIMINARES

El motivo por el que se ha traído aquí el estudio de las relaciones entre la frontera gallega y portuguesa no es otro que mostrar el ambiente en que vivió el Conde don Osorio y sus hijos y nietos, Machados, Ribeiros y Vasconcelos, en aquéllos años, pues esto explica muchos de los hechos que sucedieron relacionados con esta familia.

Como he señalado en otra página de este blog, es muy probable que no se revelara la verdadera identidad del Conde don Osorio para proteger su vida. Como hemos visto, su supuesto padre, el Conde don Rodrigo Pérez Velloso traicionó a los Reyes de León, situándose a favor de los de Portugal.

No se entiende que siendo descendientes de Reyes, dieran de lado sus apellidos, para acoger otros que nada tenían que ver con su familia: Machado, Ribeiro y Vasconcelos, salvo que usaran esta estrategia como salvaguarda de sus propiedades y de su propia vida.

Parece que los cálculos no le salieron bien a Rodrigo Pérez Velloso, quedando sus tierras, en Limia, en poder de los monarcas leoneses.

Supuestamente, recibió una importante compensación del  Rey de Portugal, la cual no está documentada como tal.

Ciertamente, la familia de Rodrigo Pérez Velloso, quedó en muy buena posición económica, como demuestran las grandes propiedades de que eran dueños en el norte de Portugal. Caben tres opciones: les pertenecían de antiguo,  se las donó el Rey, o las adquirieron mediante el pago de su precio.

El Señorío de Entre Homem y Cadavo llegaría más tarde.

¿Quién instigaba, en la sombra, para que los diferentes Reyes de Portugal no cejaran en su empeño de conquistar Limia y Toroño? Muy bien pudo ser la familia Velloso y los Núñez de Celanova.

Se dice que los Velloso habían conquistado la tierra de Cabrera y Ribera a los moros. ¿Quién les ayudó a hacerlo? ¿No fueron los portugueses, que se encontraban más allá del río Miño, en el norte de Portugal, única zona no invadida por los moros? ¿Fue un traidor a León, o un hombre agradecido a sus socios naturales?

¿No es más cierto que se pudo imponer el realismo, ante la continuas disputas habidas por la tierra de Limia por parte de los reyes portugueses y leoneses? Los Velloso tomaron partido por quién más les iba a respetar sus derechos.

En la reconquista de Portugal, prácticamente, no intervino la población leonesa; quién realizó la tarea fueron los gallegos, como demuestran estudios de genética. A Portugal no llegó ni una gota de sangre leonesa.


REYES, NOBLES Y FRONTERA.

ENTRE LA VIOLENCIA Y EL PARENTESCO EN EL ESPACIO FRONTERIZO GALAICO PORTUGUÉS (SIGLOS XII-XIII)


Resumen  

El surgimiento de la frontera portuguesa galaica fue producto de un proceso complejo, pues dependió  de la capacidad de los reyes de atraer a la nobleza a su servicio controlándola. A través del análisis de algunas fuentes se examinará el desembolvimiento de los nobles locales en la determinación y defensa de la frontera. Las fuentes manifiestan el gran protagonismo de los nobles tanto en la guerra y como en la paz en el sur de la región gallega, así como las consecuencias de su fidelidad o infidelidad. Pero además de atraer a los nobles a su causa, los reyes procuraron  resolver los conflictos de la frontera a través de matrimonios regios, que implicaban la entrega de los castillos, con sus tierras,  en litigio en forma de arras para las reinas de León. Algunos nobles fueron elegidos para garamtizar los acuerdos matrimoniales, actuando como garantes del cumpliento de los compromisos celebrados entre los monarcas.  

Los siglos del centro de la Edad Media castellano-leonesa-aragonesa son un tiempo de conquista de nuevos espacios y de creación de nuevas líneas fronteizas, como la portuguesa-leonesa y la leonesa-castellana surgida en 1157. Es un tiempo de fortalecimiento de la monarquía feudal, en el que los reyes tienen que volver a definir sus relaciones con el poder eclesíastico y con los nobles para controlar su reino.  

La ausencia de cordilleras y ríos en el reino de León que hubieran servido como elemento que perfilara sus límites, provocó la existencia de una frontera que fue siempre difusa,  cuyo trazado dependía de los apoyos de los nobles propietarios de las tierras. Este proceso desarrollado para definir las fronteras tuvo que depender de la capacidad de la monarquía de atraer a los nobles. Para ello se crearon diferentes mecanismos a través de los cuáles el monarca intentaba conseguir la fidelidad de las familias de su interés. Una medida aceptada en este sentido fue  el otorgamiento de la gobernación de las tenencias fronterizas, la intervención de los magnates en tratados de paz que redefinirían los límites del territorio del monarca, etc. El parentesco fue arma  poderosa blandida por los monarcas para desarrollar lazos sólidos que les unieran a través del matrimonio o de relaciones concubinarias.  

La frontera gallego-lusa era un entorno con abundantes fortificaciones. Los tenentes de estos territorios, con sus castillos, se entregaban a la nobleza local, a la vez que estas fortalezas formaban parte de las arras que las reinas de León aportaban, con la intención de concluir los conflictos que mantenían los monarcas con sus vecinos.  

Estamos analizando cómo los monarcas de León y Portugal se relacionaban entre ellos y los nobles de la nueva frontera luso-galaica. Las razones por las que se ha realizado esta elección han sido las especiales características que tenía la nobleza que se había asentado en aquellos lugares a partir de 1096, momento en que comenzó a dibujarse una nueva línea divisoria que solo se consolidó a finales del siglo XIII.  Algún estudioso ha puesto de manifiesto el importante lugar que ocupan las relaciones feudo-vasalláticas y familiares de aquella nobleza que fueron utilizadas por los monarcas de Portugal y León, a favor de sus diferentes políticas de establecimiento de las fronteras. La capilaridad fronteriza, unida a los fuertes vínculos de las familias, favoreció el movimiento de los nobles en una u otra dirección.  

Hubo tres espacios temporales migratorios de los nobles entre 1096 y 1300. En primer lugar, entre los años 1100 y 1157 los miembros más importantes de la nobleza gallega pasan a Portugal tales como los Traba-Trastámara, Celanova, Limia, Soverosa y Toroño. 

Entre 1157 y 1230 Pero Pais da Maia y Vasco Fernandes de Soverosa marcharon a León, tras enfrentarse al Monarca porugués. 

En 1211 el enfrentamiento bélico entre Alfonso II con sus hermanas dió lugar a que algunos miembros la nobleza se fueran a León, a la corte del Rey Alfonso IX, pues apoyaban a Teresa de Portugal y a sus hijas.

Finalmente, se produjo una  guerra entre el Rey Sancho II y el futuro Alfonso III de Portugal, lo que motivó que aquél  grupo familiar solicitara la ayuda  de sus familiares gallegos y leoneses con el fin de sostener a don Sancho en su trono; tras perder la guerra se exiliaron en la corte de Alfonso X.  

Los nobles transfronterizos estaban fabricando un espacio de poder propio apoyado en el parentesco, y lo que les llevó a tejer una red parentelar que  abarcaba los reinos de la península, lo que les garantizaba el sostenimiento de una fuerte estructura que favorecía su movilidad.   

La nobleza transfronteriza entre Galicia y Portugal.  

La frontera galaico-portuguesa se construyó a través de un proceso único en la historia de la Europa Occidental. En este ocupó un papel fundamental la nobleza y todo ello a lo largo de la segunda mitad del siglo XII y comienzos del XIII.

Los cronistas de estos tiempos, hablan de la gran cantidad de enfrentamientos que existieron en la frontera situada al norte del río Miño, desde el inicio del Condado Portucalense hasta finales del siglo XIII. La violencia alcanzó su máximo punto durante el reinado de Alfonso VII de León, si bien, se repetirían más hechos violentos durante el reinado de Alfonso IX, al enfrentarse a Alfonso II de Portugal.  

La acción nobiliaria en el trazado de la frontera resultó decisiva. Los monarcas necesitaban el apoyo de los nobles, habiendo existido conflictos entre reyes y nobleza que dió lugar a cambios en la delimitación de la frontera.  

A ello, hay que añadir el poder que ostentaban los Obispos en aquella época, cuyas sedes eran, principalmente, las de Tuy, Orense y Braga, aparte de los monasterios de Celanova, Melón y Oia.  

Como se ha dicho ya, la frontera estaba minada de castillos que iban cambiando de señor, en función de los acontecimientos políticos que se vivían. Además, formarán parte de las arras de las reinas leonesas. La amenaza de expansión portuguesa obligaba al rey leonés a controlar este espacio fronterizo totalmente.  

Un gran conflicto por la aparición de una nueva frontera.  

El nacimiento de Portugal como entidad política no estuvo exento de complejidad, desde que el Rey Alfonso VI dividió el reino de Galicia y restableció el condado de Portugal a su hija Teresa y a su yerno, el Conde don Enrique de Borgoña. El río Miño se convierte en frontera desde ese mismo instante entre Galicia y Portugal. Se rompe la unidad que existía entre las familias condales de Portugal y de Coimbra, que disfrutaban de una común identidad. Estos condados habían administrado el territorio desde el siglo IX hasta finales del siglo X, habiendo llegado a tener un alto nivel de autonomía. Será Almanzor quién debilitará el condado de Coimbra y aniquilará el de Portugal. 

La situación del condado portucalense cambió ante el advenimiento del Rey Fernando I de León, el cual se apoyó en los infanzones para enfrentarse a la nobleza local y serán aquéllos quienes acabaron con la vida del último conde de Portugal en 1071.  

El río Mondego delimitaba por el sur el reino de Galicia, cuando comenzó a reinar García, el hijo del fallecido Fernando I. García no pudo actuar debido a que sufrió un prolongado cautiverio. Será a su muerte cuando su hermano Alfonso VI de León restituyó el condado Portucalense, delimitado por el río Miño al norte y al sur, por el Mondego, entregándoselo a su hija Teresa y a su yerno Enrique de Borgoña. Se consagró la división entre la Galicia lucense de la Galicia bracarense separando a las familias asentadas en aquellas tierras, que tuvieron que adaptarse a esta nueva situación. No obstante, no se quebró la densa tela de araña tejida por la relación familiar, patrimonial, política y vasallática, de las familias asentadas en la región y que mantendrían durante muchos años.  

Enrique de Borgoña tuvo que soportar conflictos debido a esta situación. Al morir este, su esposa Teresa inicia ataques a la zona sur de Galicia en 1116, enfréntandose con su propia hermana. Con el ánimo posible de reconstruir el reino de Galicia, inició una relación con el conde gallego Fernando Pérez de Traba. Con esta finalidad, atacó las tierras de Limia y Toroño en 1126. En Historia compostelana se narran los sucesos: 

“El rey don Alfonso (VII) tuvo gran discordia con su tía la reina de Portugal, llamada Teresa. Pues aquella, engreída por la altanería de la soberbia, traspasaba los límites de la justicia y no se dignaba a prestar ningún servicio por el reino que en nombre de aquél debía tener, sino que, poderosa en hombres, armas y riquezas, atacaba con ejército armado las fronteras de Galicia y las ciudades y forta­lezas que estaban junto a Portugal, como Tuy y otras, y las sometía violentamente a su poder y dominio. Además hacía edificar nuevas fortificaciones en la misma tierra para inquietar y devastar la patria y para rebelarse contra el rey”.  

Alfonso VII de León organizó una campaña dirigida a contrarrestar la invasión del sur de Galicia, logrando expulsar el ejército de Teresa de aquella zona.

El río Miño constituía una frontera natural perfectamente delimitada. A pesar de ello, la zona fronteriza sufrió de una gran inestabilidad en los reinados de Alfonso VII y Fernando II de León. Se estaba gestando la independencia política de Portugal. 

La ayuda de los Traba a Teresa, ya viuda, pudo estar drigido a la restauración del reino de Galicia. Al ser derrotada Teresa por el infante Alfonso Enríquea, el de Traba volvió a Galicia siendo fiel a Alfonso VII de León.  

Fernando, Vermudo y Rodrigo Pérez de Traba constiuyen la primera avanzadilla de nobles gallegos que migran a Portugal desde finales del siglo XI y hasta mediados del XII, yendo en busca de fortuna. Entre ellos irá su cuñado el conde Gómez Núñez de Celanova/Pombeiro, el cual se unió a las filas del Infante portugués Alfonso Enríquez. 

Los enfrentamientos entre Alfonso Enríquez y el emperador  

Alfonso Enríquez continúa aspirando al dominio de las tierras de Toroño, Limia y Baroncelle, en el sur de Galicia. Para ello, luchó por ganar para su partido a destacados nobles de la región. Lógicamente, esta aspiración se vió enfrentada a los intereses de Alfonso VII de León. 

La situación fue narrada por escasas fuentes y poco exactas describiendo la traición de algunos nobles al unirse a las filas de Alfonso Enríquez. Este logró atraerse al conde de Toroño, Gómez Núñez de Celanova y al conde de Limia, Rodrigo Pérez Velloso, hermano de Fernando Pérez de Traba. En cambio, los condes Fernando y Rodrigo Vela permanecieron fieles a León.

Sin embargo, la aparente despreocupación del Rey de León se terminó cuando el infante portugués cruzó el Miño y atacó la tierra de Limia, pues estaba poniendo en peligro la integridad del espacio en el que reinaba el leonés.  

Tras realizar los primeras escaramuzas a Limia, Alfonso Enríquez pretendió dominarla a través de la construcción de castillos donde imponer su autori­dad. Probablemente, en 1134 edificó el castillo de Celmes, situado en la tierra de Limia. La Chronica Adephonsi imperatoris cuenta que el infante Alfonso Enríquez realizó edificación del castillo y, para defenderlo, situó en él a los nobles de su máxima confianza. 

Et iterum venit in Limiam et edificauit quoddam castellum, quod dicitur Celmes, et muniuit illud nobilius militibus et audaciatoribus peditibus palatii sui, et misit in eo magna stipendia panis et carnis et uini et aque et abiit in Portugalensem terram suam. 

Aunque no menciona los nombres de los elegidos, posiblemente entre ellos estaría Rodrigo Pérez Velloso y sus parientes y vasallos.

Alfonso VII de León no podía consentir esta edificación y la invasión consiguiente, en sus propias tierras.  

Los escritos cuentan cómo Alfonso VII tomó el castillo de Celmes por la fuerza, liberando, a su vez, del yugo del portugués, la totalidad de las tierras de Limia.

Imperator autem, munito supradicto castello, totam Limiam ad se conuersam gauisus et reuersus est in terram Legionis.  

En la Cronica Adephonsi Imperatoris se acusa al conde Gómez Núñez de Celanova y a su cuñado Rodrigo Pérez Velloso de ser los responsables de la existencia de  esta confrontación, al adherirse a las filas del infante portugués. 

Ciertamente el conde Gomes Nuñez de Celanova/ Pombeiro era uno de los magnates más poderosos de la frontera, su familia estaba asentada en la tierra de Toroño desde el tiempo de Fernando I, por lo que su actuación fue fundamental en el nacimiento de Portugal. Era hijo del conde Nuño Vázquez de Celanova y Sancha Gomes de Sousa. Había comenzado su carrera política en 1110-111 como gobernador del castillo de São Cristovão, en 1112 fue mayordomo del conde Enrique, tras la muerte del conde recibió la tenencia de Toroño. Era cuñado del conde Fernando Pérez de Traba, pues estaba casado con su hermana Elvira Pérez de Traba. En 1117- 1118 estaba al lado de Alfonso VII al que había jurado como rey; sin embargo cuando su cuñado se trasladó a la corte de la condesa Teresa, Gómez Núñez le siguió y confirmó varios diplomas junto a él en tierras lusas. Parece que hasta San Mamede estuvo al lado de Teresa y los Traba, aunque poco después fue atraído por el Infante Alfonso de Portugal. Sin embargo, en este tiempo tuvo una gran movilidad entre las cortes ya que se le documenta en la corte leonesa en 1125 y 1133. Parece que en ese momento rompe su fidelidad a Alfonso VII y en 1134 se pone al servicio de Alfonso Enriquez, teniendo un papel relevante en la campaña de Celmes. Además en ese tiempo su hija Châmoa inició una relación concubinaria con el infante portugués (futuro Rey), que estrechaba la alianza entre ambos.

Su padre el conde Nuño era primo del último conde de Portugal asesinado en 1071 y estaba emparentado con los Sousa tras casar con Sancha Gomes de Sousa. Sus hijos diseñaron una potente política matrimonial al casar Gómez Núñez con Elvira Pérez de Traba y Sancho Núñez con una hermana de Alfonso Enríquez. Además reforzó la alianza con Alfonso Enríquez mediante una relación concubinaria entre el infante y su hija Châmoa Gomes. Casó a su otra hija con Fernando Iohannes de Montor-Toroño que tuvo un papel fundamental en la defensa de la frontera, como se destaca en las siguientes páginas

Los enfrentamientos en la Limia y Toroño continuaron a lo largo de la déca­da de los años treinta del siglo XII. Posiblemente en 1136, mientras el rey de León estaba sofocando la revuelta del rey de Navarra, Alfonso Enríquez volvió a cruzar el Miño e invadió la ciudad de Tuy y otros castillos. En ese momento, el conde Gómez Núñez, que poseía la tenencia de los castillos y la tierra de Toroño, y el conde Rodrigo Pérez el Velloso que tenía los castillos de la tierra de Limia y un dominio de manos del emperador, engañaron a su señor y entregaron sus dominios al rey de Portugal. Además de ello, ambos prepararon la guerra contra Alfonso VII. Las consecuencias de esta traición les persiguieron todos los días de su vida, según el cronista.  

El autor de la Chronica Adephonsi Imperatoris achaca la responsabilidad de la pérdida de este espacio, que pasó a formar parte del dominio del rey de Portugal, a la traición del conde Gómez Núñez y de Rodrigo Pérez Veloso; mientras alaba la acción de los fieles defensores de los derechos del emperador de León sobre esta tierra. En este momento se trataba del conde Fernando Pérez de Traba y Rodrigo Vela, que luchan a favor de León, y que se habían enfrentado a los traidores en Cernesa, en tierra de Limia. 

Et rursus rex Portugalensis, congregato agmine suo, uenit in Limiam. Hoc audito, comes Fernandus Petri et comes Rodericus Vele et ceteres duces imperatoris Galletie omnes pariter conuocati militia sua exierunt aduersus regem et obuiauerunt ei in loco, qui dicitur Cernesa, et paratis aciebus ceperunt preliari et, peccatis exigentibus, terga uerterunt comites et uicti sunt. 

Este enfrentamiento se saldó con el efímero cautiverio de Rodrigo Vélaz, conde de Sarria, a manos de los hombres de Alfonso Enríquez.  

Asimismo, y en contraposición a la actitud traidora de los condes Gomez Núñez de Celanova y Rodrigo Pérez Velloso, el autor de la crónica exalta la fidelidad y las consecuencias de ésta en la figura del dux Fernando Iohannes de Montor-Toroño, tenente del castillo de Allariz, quien, junto a sus hijos y otros parientes resistió a los ataques portugueses, lo que le llevó a alcanzar alta gloria por la defensa del reino y por su servicio fiel a Alfonso VII. Además incide en su constante labor de defensa de la frontera que llevó a cabo en todo este tiempo. Relata el valor y destreza de los hombres de don Fernando, que lograron herir a Alfonso Enríquez y el propio Fernando apresó a algunos de los consejeros del rey, a los que liberó tras quitarles sus riquezas.  

Este valiente caballero de Limia es Fernando Iohannes de Montor-Toroño, era yerno del conde Gómez Núñez, junto a él desarrolló una parte de su carrera política. Durante algún tiempo había gobernado Toroño junto a él y en 1125 don Fernando lo acompañó a la corte de Teresa de Portugal, pues juntos confirman dos donaciones que ésta hace a la catedral de Tuy. Tras la muerte de Urraca y de nuevo junto a su suegro, juró fidelidad a Alfonso VII; sin embargo los intereses comunes se quebraron con el cambio de fidelidad del conde Gómez. Además estaba emparentado con Rodrigo Pérez Veloso, pues era tío de su esposa.  

Mientras que ambos magnates optaron por apoyar al infante portugués, Fer­nando Iohannes continuó siendo fiel al emperador, al que sirvió en sus campañas al sur. Su fidelidad le granjeó además del dominio de Limia, una cierta relevan­cia en la corte imperial y a sus hijos posteriormente en la de su hijo, Fernando II. Años después, sus hijos Pelayo Curvo y Varela continuarían al frente de la tenencia de Toroño.  

Los ataques reiterados del portugués sobre Limia preocupaban sobremanera al emperador que se trasladó hasta la ciudad de Tuy en la que entró sin combate. Aunque las fuentes cronísticas no narran el encuentro entre los primos, se conserva el llamado tratado de Tuy, fechado el 4 de julio de 1137, por el que establecen las líneas básicas de su relación. El infante de Portugal se comprometía a no atacar la tierra del emperador, aunque en el texto no se hace ninguna referencia a límites espaciales, posiblemente porque estaban bien establecidos en el Miño. Además el portugués acuerda ayudarle frente a cualquier enemigo, mientras que Alfonso VII se garantiza la fidelidad de su primo y, sobre todo, pacifica esta frontera. Es factible que a estas negociaciones asistieran los nobles más destacados de cada corte, sin embargo el diploma sólo informa de la presencia de los obispos de Braga, Segovia, Oporto, Tuy y Orense; es decir las diócesis con intereses en la zona o próximas al conflicto, además del obispo castellano de Segovia.  

Esta paz que pretendía ser duradera, pues el infante Alfonso indicaba que debía ser asumida también por los hijos del emperador, fue efímera puesto que Alfonso Enríquez volvió a invadir, en los primeros meses de 1141, las tierras de Limia y Toroño, haciéndose con varios castillos. Cuando el emperador tuvo constancia de este ataque, se dirigió hacia la frontera gallega con su ejército que se encontró con la hueste portuguesa en el lugar de Valdevez (frontera de Portugal con Galicia). Las fuentes muestran versio­nes diferentes sobre lo acontecido en Valdevez, además señalan distintos agentes como los artífices de la paz.  

Ambas fuentes, la Chronica Adephonsi Imperatoris y los Annales de Alfonso Enríquez mencionan a distintos personajes participantes en estos acontecimien­tos: mientras que la Chronica Adephonsi Imperatoris incide en la participación y cautiverio del conde Ramiro (Froilaz), los Annales D. Adephonsi portugalensis rex, describen el desarrollo de un torneo que ganaron los nobles portugueses y tras el que cautivaron a Fernando Hurtado, el hijo de la reina Urraca, además del conde Ponce de Cabrera, Vermudo Pérez (de Traba), Varela, el hijo de Fernando Iohannes, y Rodrigo Fernández el padre de Fernando Rodríguez y Martín Ka­bra, consobrino del conde Ponce de Cabrera; sin embargo no menciona al conde Ramiro.  

Ambos autores señalan el protagonismo de los nobles consejeros de los monar­cas en la solución pacífica del conflicto, lo que suponía la definición y estabiliza­ción de la frontera norte. La Chronica Adephonsi Imperatoris destaca como una iniciativa de la nobleza portuguesa la devolución de los castillos que el monarca había arrebatado al emperador. Los magnates –maiores natu– portugueses, que habían perdido un gran número de hombres en los ataques sarracenos a Leiría, expresaron al rey la conveniencia de pedir al emperador la paz, proponiéndole la devolución de los castillos, ante lo que éste mostró su acuerdo. Entonces, los consejeros de Alfonso Enríquez se entrevistaron con Alfonso VII, al que agradaron sus propuestas. De inmediato, los mensajeros lusitanos recibieron la garantía de los próceres leoneses de que no se rompería la paz.  

Posteriormente, los consejeros imperiales se dirigieron al campamento del portugués donde, igualmente, sus nobles dieron garantía a los leoneses de que la paz se mantendría. Al día siguiente, los condes del emperador y los nobles lusitanos establecieron los términos de la paz que conllevaba la devolución de los castillos que el portugués le había arrebatado en Galicia, así como Alfonso VII devolvió aquellos que había tomado de Alfonso Enríquez. Además se pactó la liberación de los cautivos de ambos reinos.  

La narración de los Annales no indica las consecuencias de la negociación de Valdevez en la que participaron el obispo de Braga y algunos hombres buenos, aunque no los nombra; poco después en la tienda del portugués los monarcas sellaron la paz y festejaron su acuerdo.  

El autor de la Chronica Adephonsi Imperatoris incide en acusar a los condes gallegos Rodrigo Pérez Velloso y Gómez Núñez de Celanova, como los provocadores de los enfrentamientos fronterizos entre los monarcas, y narra las consecuencias que tuvo para ambos magnates: El rey apartó de su servicio al conde Rodrigo y al conde Gómez Núñez porque habían provocado la discordia. Además narra las distintas soluciones a este conflicto que el emperador adoptó con ambos magnates. El conde Gómez, según la crónica, abandonó la península y se refugió en el monasterio de Cluny, sin embargo los nobiliarios portugueses afirman que fue enterrado en el monas­terio de Pombeiro, lo que hace suponer que pudo haberse trasladado más allá de los Pirineos durante algún tiempo, aunque regresó a Portugal y eligió como lugar de sepultura el cenobio relacionado con su familia. El enfrentamiento entre el emperador y el conde Rodrigo se solucionó con el perdón por parte del monarca que lo restituyó a su servicio.  

Tras estos conflictos bélicos en la frontera galaico-portuguesa y el recono­cimiento de la autoridad de Alfonso Enríquez en Zamora en 1143, la tensión se relajó en este espacio, durante algunos años, aunque las intenciones expansivas del portugués no habían desaparecido.

Alfonso Enríquez y Fernando II de León  

A partir de entonces los reyes de León confiarían la tenencia de Limia y Toroño a quienes habían demostrado su fidelidad. Tras la desaparición de Fernando Iohannes de Montor-Toroño, fue su hijo Pelayo Curvo quien tuvo la tenencia de Toroño entre 1149 y 1160. Don Pelayo aparece por primera vez en la documentación regia en 1135 cuando confirma numerosos diplomas regios. En junio de 1137 estaba en Tuy en la corte del emperador, lo que hace suponer que acompañara a su padre Fernando Iohannes en la defensa de Limia y que participara en la campaña llevada a cabo por don Alfonso en este tiempo, como señalaba la Chronica Adephonsi Imperatoris. En 1149 confirma como domus in terra Tudensi y potestas et dominus in terra Tudensi. En 1152 confirma varios diplomas como tenente in ipsam terram y como Pelagius Curuus, Galletie, lo que da una idea del aumento de su poder que mantendrá hasta la muerte de Alfonso VII.  

El nuevo monarca, Fernando II, para garantizar su fidelidad y compensarlo por las propiedades perdidas en Portugal, le donó en 1158 pro bono et fidele servicio quod mihi a puerita fecisti et pro possessionibus et pro hereditatibus vestris quas in servicio meo perdidistis quas scilicet hereditates vobis rex Portugalis inimicus destruxit. Todas estas heredades de Causo, Belsar, Mougales, Manuffi, Fornelos de Crescende, Nogueira y Canadello, Masende, Canedello de Lourima se encuentran en la frontera, en las tierras de Limia y Toroño; de este modo el monarca leonés aumentaba la implantación y el poder de Pelayo en la región.  

La documentación pone de manifiesto una especial afectividad entre el nuevo monarca hacia Pelayo Curvo al que denomina charissimo. Además en su corte logrará otros importantes cargos como la tenencia de San Paio de Luto en 1160 y la de la tierra de Lanzada que tuvo entre 1164 y 1165. En 1173 aparece por última vez en la documentación haciéndo una donación al monasterio de Santa María de Melón, del que era familiar.  

En 1160 posiblemente hubo una nueva ocupación por parte de Alfonso Enríquez, ya que es tenente de Toroño. Sin embargo solo dos años después Fer­nando II recuperó esta tierra, pues confirma como in temporibus illis reinante rex Fernandus apud Toronio et sub manu eius Pelagius Curvus. No obstante, los enfrentamientos volvieron a estas tierras, pues en 1163 el portugués volvió a invadirlas. En este momento, y para solventar el problema fronterizo, los reyes de León y Portugal establecieron un nuevo acuerdo.  

Ambos se reunieron en Lérez, localidad próxima a la frontera, y acordaron el matrimonio entre Fernando II y la infanta portuguesa Urraca Alfonso. Se desco­nocen muchos aspectos de esta paz, sin embargo es muy elocuente el hecho de que los pocos datos conservados sobre ella procedan de documentación de los nobles de la tierra, implicados en el proceso. El diploma que informa del tempore coadunationis regum scilicet Fernandus rex atque rex Adefonsus Portugalensis, prompti utrumque ad confirmandam ueramque pacem, amicicia inter se et suos, super flumen Lerice in Uetula Ponte, es una donación de Fernando II a Gunta­dino y su esposa de unos bienes situados en la localidad fronteriza de Fornelos. Confirman el diploma los nobles presentes en la corte leonesa mientras se estaba negociando la paz con Alfonso Enríquez; aunque no se conoce el papel que pudie­ron desempeñar, suponemos fue importante dadas las implicaciones territoriales. Encabezan la lista de confirmantes Pelayo Curvo y su hermano Varela, Álvaro Rodríguez de Sarria, el hijo de Rodrigo Vela y Pelayo Subredina, seguidos de otros nobles con intereses en la región.  

En el acuerdo posiblemente estuvieron involucrados los castillos de Toroño, pues fueron devueltos poco después al rey de León. Asimismo, se pactó el matri­monio entre Fernando II y la hija de Alfonso Enríquez, como señala una donación, efectuada en junio –eo tempore quo rex Fernandus accepit in uxorem filiam regis Portugalensium–, por el rey a Pedro González Arnego, de una heredad situada en la tierra orensana de Cabrera. Ambas donaciones parecen indicar que el leonés estaba reajustando la frontera, condicionada por el acuerdo con Alfonso Enríquez.

Pero será un diploma de uno de los nobles presentes en las negociaciones el que informa del límite establecido. Se trata de un documento, datado en julio de 1165, emitido por Pelayo Curvo en cuya data se señala que: Adefonsus regnante a Sancte Axeno usque Vicaulam Pontem. Fernandus rex a Legione usque ad Vetulam pontem ea utraque parte.  

No obstante, y a pesar de haber definido la línea divisoria entre los reinos, el monarca portugués volvió a romper la paz casi de inmediato en 1165. Una pesquisa efectuada por la catedral de Orense informa de que en 1165 Alfonso Enríquez ocupó las tierras de Lorbazana, Cabreira, Baroncelli in tempore guerre regnum, scilicet Fernandi et regis Adephonsi y que las puso bajo jurisdicción bracarense. Varios testigos afirman que las tuvo usque ad captationem regis portugalensis in Badalouzi, es decir; hasta 1169. Uno de los testigos preguntados indica que las tuvo hasta cuatro meses después del cautiverio del rey en Badajoz.  

Alfonso Enríquez había comprendido que su intención de expandir su reino por el norte conllevaría grandes dificultades y por ello intensificó sus acciones en la frontera sur. Sin embargo, su proyecto chocaba con el Tratado de Sahagún en el que Fernando II se había asegurado su zona de expansión que veía amenazada por el ataque portugués a Badajoz en 1169; de modo que el monarca leonés se dirigió a la ciudad para ayudar a las fuerzas musulmanas y logró apresar a su suegro que había caído herido. Tras cuatro meses de cautiverio se pactaron las condiciones de su liberación. No se conocen demasiados detalles pero sí que los castillos de Toroño fueron devueltos a Fernando II, como destacaba el pleito por su jurisdicción entre las sedes de Orense y la Bracarense.  

Esta devolución de los castillos llevó consigo un cierto vaivén en la nobleza con intereses en esta región. Así, abandona la corte de Alfonso Enríquez su al­férez Pero Pais da Maia. Se trata de un nieto del conde Gómez Nuñez e hijo de Châmoa Gómez quien fuera la concubina de Alfonso Enríquez.

Es muy probable que los intereses familiares le llevaran a refugiarse en las tierras de origen de su familia materna, en las que mantenía sus vínculos parentelares, pues su hermana Ximena Pais da Maia había casado con Gonzalo Pelagi de Toroño, hijo de Pe­layo Curvo. No tuvo grandes problemas para integrarse en la corte de Fernando II que le entregó la alferecía en 1170, además de varias propiedades en Toroño y la tenencia de Tenzam en 1180 y de Toroño en 1182 y en 1184 el rey le donó Guillarey y Sareia en Toroño, aumentando de este modo sus intereses en la zona. Sin embargo, la salida de la corte lusa de Pero Pais da Maia no terminó con los intereses de su familia materna en la corte, pues su medio hermano, el ilegítimo Fernando Alfonso lo sustituyó en la alferecía portuguesa.

Tras la devolución de los castillos de Toroño, Fernando II entregó la tenencia de la tierra al conde Armengol de Urgel, que tenía la mayordomía, además de Limia, Monterroso y la tenencia de la Extremadura. Entregar el gobierno de las tenencias fronterizas a un gran magnate fue una estrategia adoptada por el monarca leonés para blindar las fronteras ante los ataques de los reyes vecinos. Esta política se repetirá en numerosas ocasiones a lo largo de su reinado y en el de su hijo.  

1169 representa un hito en el diseño y gobierno de esta región fronteriza. Se llegó a una relación relativamente pacífica en este espacio que sólo se quebraría en el reinado de Alfonso IX. A partir de entonces, los monarcas articularon otros mecanismos para tener controlada la frontera, entre los que destacaban los matrimo­nios reales y la entrega de las arras de las nuevas reinas en los territorios en litigio.  

El parentesco como medio estabilizador de la frontera.  

Las arras de las reinas en el control de los castillos fronterizos  

Los matrimonios regios fueron un mecanismo de materialización de alianzas entre reinos, asimismo las dotes y las arras entregadas a las en reinas de León tuvieron un gran valor político, estratégico y territorial en el control del espacio fronterizo. Se desconocen algunos aspectos de las arras entregadas a algunas reinas leonesas, sin embargo entre 1157 y 1230 los reyes de León concedieron a sus esposas en concepto de arras tierras y castillos situados en las tierras de Limia y Toroño, como un elemento para asegurar y pacificar la frontera.  

El matrimonio entre la hija de Alfonso Enríquez, Urraca, y Fernando II de León acordado en Lérez en 1165 pretendía poner fin a los enfrentamientos fronterizos en las tierras de Limia y Toroño. Aunque no se han conservado noticias de los bienes que fueron entregados en arras a la reina Urraca, todo indica que estuvieron situados en la frontera galaico-portuguesa. Pronto se quebró la paz y los enfrentamientos continuaron hasta 1169, aunque posteriormente, y mientras duró el matrimonio, no hubo grandes altercados en la frontera.  

El segundo enlace de Fernando II fue con Teresa Fernández de Traba, hija ilegítima de Teresa de Portugal y Fernando Pérez de Traba. Con esta alianza el rey de León estaba casándose con una medio-hermana de Alfonso Enríquez, que al tiempo era hija de uno de los más poderosos señores de Galicia y fiel servidor de Fernando II. Tampoco se han conservado referencias a las arras de Teresa, sin embargo durante el tiempo que se mantuvo el matrimonio se consiguió mantener una cierta paz entre los reinos, pues no hay noticias de grandes enfrentamientos en este espacio.  

No obstante, las relaciones entre León y Portugal variaron enormemente a lo largo del reinado de Alfonso IX, pasaron de periodos de paz a la invasión leonesa de las tierras norteñas portuguesas. En 1191 los reyes de León, Portugal y Ara­gón firmaban un acuerdo para frenar el poder de Alfonso VIII de Castilla, que se materializó con el matrimonio entre el leonés y la infanta Teresa, hija de Sancho I. Con esta unión pretendía poner fin a los conflictos territoriales enquistados en las tierras de Toroño y Limia.  

No se conocen con exactitud los bienes recibidos en arras por doña Teresa, aunque sí se pueden reconstruir una parte importante. La mayoría de ellos se situaban en las tierras gallegas de Limia y Toroño. Tras la disolución canónica del matrimonio en 1194 y la nueva alianza de Alfonso IX con el rey de Castilla a través del enlace con Berenguela, hubo que solventar varias cuestiones relati­vas a los castillos de Toroño, que se le habían entregado en arras a Teresa. El tratado de disolución de las arras de doña Teresa de 1194 abrió un proceso que pretendía evitar que esta región terminara en manos del rey de Portugal y que se irá adecuando a las circunstancias políticas vividas en León hasta 1230.  

El protagonismo de ciertos nobles en el desarrollo y cumplimiento de este tratado fue destacable. Ambos monarcas eligieron al conde Pedro Fernandes de Bragança, como encargado de hacer cumplir las disposiciones del acuerdo. Cada uno de los monarcas puso a su disposición cinco caballeros, todos ellos miembros de familias con intereses en las tierras de Limia y Toroño. Entre los magnates lusos se encontraba, Pedro Alfonso, hijo ilegítimo de Alfonso Enríquez y nieto del conde Gómez Núñez, además de Gonzalo Mendes de Sousa (1) y Gonzalo Gonçalves, y los hermanos Juan y Martín de Riba de Vizela. Mientras, Alfonso IX seleccionó a Ordoño García de Aza, Alfonso Téllez, Rodrigo Pérez de Villa­lobos, Álvar Díaz de Noreña y Álvaro Peláez. Todos ellos debían permanecer en el castillo de Moreira hasta la resolución del acuerdo.  

(1) Gonzalo Méndez de Sousa era padre del conde don Mendo de Sousa, que casó con la hija de Rodrigo Pérez Velloso, María Rodríguez Velloso.

Alfonso IX, además de entregar tierras por valor de cuatro mil maravedíes a Teresa en la frontera, pondría en manos de Gonzalo Pais, que le había rendido vasallaje, los cuatro castillos de Toroño, cuando quedaran libres de la potestad de Fernando Núñez: los castillos pro pacto regina: Soveroso, Entenza, Tebra y Santa Elena. Si el rey de León no entregaba la tierra acordada a Teresa, Gonzalo daría los castillos, de acuerdo a un orden establecido, que garantizara la tenencia del rey de Portugal. Pero si el monarca lusitano hubiera muerto, los recibiría la infanta y si ésta hubiera casado o fallecido, serían entregados a su hijo el infante Fernando. Si los hijos del matrimonio hubieran muerto, los castillos revertirían al rey de León.

  Los monarcas debían entregar cuatro castillos pro pace a los maestres de las órdenes militares. Posteriormente, se acordaba la devolución por parte de Sancho I de Cabritam (Cabrera), Asperello y Toroño y los otros castillos de las arras de Limia. Además el portugués establecía que Alfonso IX no debía aumentar las defensas del castillo de Cabrera, que era una pieza clave para la defensa de la frontera en la tierra orensana.  

Cuando Alfonso IX acordó su matrimonio con Berenguela de Castilla, tierras y castillos situados en Limia y Toroño volvieron a ser parte integrante de las arras entregadas a su nueva esposa. A pesar de que el acuerdo estaba encaminado a solventar el problema fronterizo entre León y Castilla, ciertos castillos de la frontera galaico-portuguesa fueron concedidos a la reina. La infanta castellana recibió los castillos de Sanctum Pelagium de Lodo, Aguilar de Mola, Alba de Bunel, Candrei, Aguilar de Pedraio, que estaban bajo la tenencia de Pelayo Subredina, que había participado en la paz de Lérez. De nuevo se articuló un complejo sistema de garantía que regulaba la posesión de estas fortalezas: quien rompiera el pacto perdería los castillos, si Berenguela era abandonada o muerta por orden rey de León, éste perdería las fortalezas que serían entregadas al rey de Castilla. Pero si la reina moría antes que el rey sin haber engendrado hijos legítimos, los castillos revertirían a Alfonso IX; si no, serían los hijos legítimos quienes los heredaran. No obstante si el rey de León fallecía antes de la reina, los castillos serían entregados a Berenguela.  

Tras la anulación del matrimonio de la infanta castellana y el monarca leonés, los castillos de las arras situados en Toroño fueron objeto de nuevas negociacio­nes. Todos ellos, a excepción de Candrei, fueron entregados a su hijo Fernando por las disposiciones del tratado de Cabreros de 1206. En este tratado el leonés entregaba a sus hijas Sancha y Dulce los castillos que habían pertenecido a las arras de su madre: Enteza, Soveroso, Santa Helena y Tevira.  

En 1211 las relaciones con Portugal se tensaron tras la muerte de Sancho I y la llegada al trono de Alfonso II que se enfrentó con sus hermanas. En ese mo­mento, Alfonso IX entregó la tenencia de los castillos de Toroño a Juan Fernández de Limia y posteriormente la tendría Martín Sanches, ilegítimo de Sancho I de Portugal y María Aires de Fornelo.  

En 1214 moría el infante Fernando, lo que desbarataba el sistema de garantías del acuerdo de disolución de las arras de Teresa de 1194. Para evitar que los cas­tillos cayeran en manos del rey de Portugal, Alfonso IX en 1217 donó numerosos bienes a sus hijas Sancha y Dulce, entre los que destacaban los castillos Entenza, Soveroso, Tebra y Santa Helena, que debían tenerlos durante toda su vida; pero tras su muerte, serían entregados a quien ocupara el trono de León. Asimismo, concedía a las infantas otros muchos castillos y tierras de frontera como Cabrera de Baronceli, Lobarzana, Candrei, Portela de San Juan, Ribera, Celme, Asperelo, Araujo, Santa Cruz, Burgo de Ribadavia, San Juan de la Barra, Allariz, Mimalda y todo cuanto le pertenecía en Limia, a excepción de Aguilar de Moa y Aguilar de Pedrario, que formaban parte de a las arras de Berenguela.

Con estas disposiciones el rey estaba asegurando la posesión de esta franja fronteriza en manos de la monarquía leonesa, en un tiempo en el que los enfren­tamientos bélicos con Alfonso II de Portugal alcanzaron altas cotas de violencia en la década de los años veinte. Sin embargo, en 1230 y ante las dificultades de controlar el reino de León las infantas Sancha y Dulce renunciaron a sus derechos y entregaron a Fernando III todas sus propiedades entre las que se encontraban los castillos de Limia y Toroño.  

Conclusiones  

En las páginas anteriores se han analizado dos estrategias desarrolladas por la monarquía para el trazado y el control de la frontera galaico-portuguesa. Los reyes trataron de atraer la fidelidad de la nobleza local además de establecer matrimonios regios con el fin de terminar con los enfrentamientos. Las alianzas matrimoniales conllevaban la entrega a las reinas de los castillos y tierras limítrofes para que aseguraran la frontera.  

La solidez de los vínculos familiares y patrimoniales que la nobleza gallega había tejido no se deshicieron con la creación de la nueva frontera, por ello los nobles tuvieron que reajustar sus relaciones con las dos monarquías enfrentadas, que, a su vez, dependían del apoyo nobiliario para definir su reino.  Las fuentes muestran el protagonismo de la nobleza en el trazado y control de la frontera. Destacan la importancia de mantener la fidelidad de los señores locales y las consecuencias de perderla, como en los casos del conde Gómez Núñez de Celanova/ Pombeiro y Rodrigo Fernández Velloso, a quienes acusan de la pérdida de territorio por parte de Alfonso VII. Al mismo tiempo, elogian la fidelidad de Fernando Iohannes de Montor-Toroño y sus hijos Pelayo Curvo y Varela, en la defensa, lo que les granjeó el aumento del poder en la corte leonesa.  

Asimismo las fuentes dejan ver la relevancia de la nobleza local en la guerra: algunos son considerados los instigadores, otros muchos fueron hechos prisio­neros, aunque no se conocen con exactitud ni sus nombres ni las consecuencias del cautiverio; otros, sufrieron pérdidas en el reino vecino que fueron suplidas por donaciones del rey al que habían permanecido fiel.  

La Chronica Adephonsi Imperatoris y los Annales del rey de Portugal pre­sentan a los magnates locales como impulsores de las negociaciones y la firma de la paz. Pero también los acuerdos de las arras entregadas a las reinas leonesas implicaron a los señores de frontera, puesto que los castillos se encontraban en las tierras que les pertenecían. Muchos de ellos tuvieron destacados papeles en el establecimiento y cumplimiento de los pactos, pues actuaron como árbitros y garantes de los tratados que regulaban las arras de las reinas. Se diría que es una empresa conjunta con la monarquía ya que el trazado de las fronteras afectaba directamente a sus tierras y, por lo tanto, tuvieron un alto grado de participación.    





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